sábado, 12 de octubre de 2013

El Regalo. Blay y Mary Luce.




 BLAY
Han  pasado ya varias semanas desde que Qhuinn fue promovido a su nueva condición de Hermano, tal y como la tradición manda,  con estrella en el pectoral – endiabladamente sexy por cierto- y todo, y yo aun no he encontrado nada que poder regalarle.

Me he pasado largo tiempo en esto y la respuesta llego de la manera más inesperada y al mismo tiempo, no debería ser ninguna novedad que esta hembra apareciera y me aclarara el panorama.

Muy poca gente pululaba por ahí  en las horas de la tarde, cuando el sol estaba todavía bien alto en el cielo y mantenía a la mayoría de los habitantes de la casa en reclusión, algunos  dormía plácidamente y otros como mi hellren entrenaban en el gimnasio junto al centro médico.

Esa tarde, Qhuinn me había ofrecido entrenar juntos  después de despertarnos y darle un magnifico uso  a las sabanas, pero me negué alegando que estaba algo cansado, mas, yo era  muy consciente de lo disperso que estaba últimamente y no quería que notara mi estado y se preocupara.

Me encontré poco después vagando sin rumbo hasta la sala de billar, no podía creer que no pudiera encontrar algo que regalarme;  he sido su amigo desde que recuerdo y lo conozco tanto como a mí mismo.

Una maldición salió de mi boca, más alta de lo que dictarían las normas de convivencia, pero en vista que estaba solo no me importó, caminaba como gato enjaulado cuando la escuche preguntarme.

MARY
 Mi hellren dormía plácidamente y fue todo una esfuerzo mental y físico salir de su cálido y fuerte abrazo para buscar algo de beber en la cocina de la mansión.  Algunas veces me despertaba inquieta y necesitaba algo de espacio.

Cuando hacia mi camino hacia allá, Blay estaba en la sala de billar, parecía a punto de salirse de su propia piel. El es el tipo de  joven dulce y muy atento, al que todo el mundo aprecia, pero que nadie llega a conocer realmente, sin embargo  ahora que parecía que finalmente había conseguido el camino para llegar a Qhuinn;  la paz y felicidad brotaban de él con cada una de sus respiraciones.

-          ¿  Estas bien Blay  ?– la pregunta pareció tomarlo por sorpresa porque dejo de caminar y me miro.




BLAY-  Si … todo bien. – respondí. 
A lo mejor mi tono no convenció a la shellan de Rhage porque se me quedo mirando.  Su mirada era dulce y tranquila, como si supiera todo,  pero te concediera la gentileza de decidir si contárselo o no.  Ahora entiendo porque todo el mundo en este manicomio acude a la hembra para que oficie de psicóloga.



MARY
  - ¿Quieres acompañarme con  un café ? – dije. 
Me siguió sin mediar palabra hasta la cocina. Nos sentamos  frente a frente, mientras los doggens nos atendían.  Cuando estuvimos solos de nuevo me atreví a preguntar.

-        ¿  Esta todo bien con Qhuinn? -   Blay me miro de reojo, confirmándome que su estado de ánimo tenía todo que ver con su macho.



BLAY
 Suspiré.  Por lo visto  Mary leía en mí tan fácilmente, aunque nunca habíamos sido cercanos ni mucho menos; y me pregunte si alguien  podría ocultarle algo por mucho tiempo.

-          Las cosas van bien, pero….- lo sopesé unos segundos y finalmente todo lo que  llevaba tiempo rondando mi mente salió a borbotones por mi boca.  Lo mucho que me frustraba saber que habría decidido ya que regalarle a Saxton, si fuese el caso, el macho era conservador, cualquier cosa antigua  bien conservada o articulo lujoso hubiera servido al propósito. Pero Qhuinn era algo diferente.




MARY
-¿ Que quieres que represente? - Pregunté, esperando por que el parecía reflexionar sobre aquello.



BLAY
 - Una felicitación por supuesto. -  Respondí como primer impulso, pasados unos segundos ella respondió.



MARY
  - Yo siempre he pensado que  los presentes que damos siempre quieren decir algo.-



BLAY- Quiero darle algo que le acompañe donde sea que vaya y que le recuerde el tiempo que compartimos.- Respondí pensando en esos momentos compartidos, que eran un regalo valioso y algunas veces escaso; que  cada recuerdo es invaluable y cada sueño futuro una promesa de felicidad.

Mary pareció comprenderlo al instante y coloca una mano sobre la mía en un gesto de afecto y complicidad, algo grande y pesado al parecer, sobresalió en su muñeca y capto toda mi atención.

 Un objeto de uso diario que podía expresar todo lo que deseaba. Eso era “tiempo”, el enorme reloj de oro seguramente del hermano Rhage, me dio lo que buscaba y tuve una imagen mental del regalo en el segundo siguiente, un Cartier Ballon Bleu  de Acero, un excelente guardatiempos que combina la elegancia y eficiencia en partes iguales, pero el detalle seria que la pantalla debía tener nuestras iníciales, la B y la Q, se enlazarían para crear un diseño único.

Una enorme sonrisa se extendió en mis labios mientras se lo explicaba a Mary, tenía que ser elaborado a medida ya que quería que fuera notable. Y la misma shellan de Rhage se ofreció para hacer el pedido con sus especificaciones y recogerlo luego con Fritz.

Algún tiempo después Mary se despidió de mí  con una sonrisa, mientras yo me relamía con el pensamiento de la cara de mi macho cuando viera su regalo.


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